Si sufre estrés, seguramente conozca estos síntomas: corazón palpitante, falta de aire y manos sudorosas. Esto no es nada placentero.
Las personas que sufren estrés son más propensas a sufrir miedos y depresiones, pero también otras enfermedades corporales ya que su sistema inmunitario es menos resistente.
Quien se tome esto a pecho seguramente desee despedirse para siempre del estrés. ¿Pero qué si esto no es necesario realmente?
Los últimos estudios han demostrado que el estrés también puede ser bueno. En vez de centrarnos en los síntomas como prueba de que uno no es capaz de desprenderse del estrés, ¿qué pasaría si estos síntomas demostrasen lo bien que estamos haciendo frente al estrés? Al fin y al cabo demuestran lo bien que el cuerpo afronta los retos.
El cuerpo reacciona al estrés con síntomas conocidos. Pero según los expertos no deberíamos combatir los síntomas, sino cambiar nuestra actitud frente al estrés. Afronte la situación con otra actitud y convierta sus miedos en valor.
En un estudio realizado en Estados Unidos se observó a 30.000 adultos. Para aquellos que sufrían mucho estrés y que creían que el estrés era perjudicial, el riesgo de mortalidad aumentaba en un 43 % con respecto a aquellos que no se preocupaban por el estrés. Los expertos creen que un cambio de actitud frente al estrés puede cambiar la reacción del cuerpo frente a éste - tal y como dice un viejo refrán "lo que no mata hace más fuerte".
Según Dr. Kelly McGonigal, autora del libro Estrés: el lado bueno, los afectados pueden sacar provecho de ello si cambian su actitud. Entender que un ritmo cardíaco más fuerte prepara el cuerpo para la acción, ayuda a reestructurar los sentimientos en situaciones de estrés y eso nos permite ver las posibilidades que conllevan ciertas cosas y no las amenazas que esto supone.
El estrés nos mantiene despiertos y en estado de alerta, reaccionamos mejor a los cambios que nos rodean y eso es algo realmente bueno. Nos permite actuar rápidamente y avanzar en vez de escondernos o salir corriendo. El estrés más que paralizarnos nos convierte en personas proactivas.
Según McGonigal, el estrés es una reacción de lucha o de huida. Buscar ayuda o solicitar apoyo es mucho más saludable que salir corriendo, desarrollar estrategias de evasión o aislarnos socialmente.
No debemos olvidar que existe estrés bueno y estrés malo. El estrés bueno es intenso y dura unos minutos o unas horas. Por otro lado, el estrés malo es crónico y puede durar días o años. El estrés bueno mejora nuestras facultades mentales y nuestra autonomía a la hora de actuar mientras que el estrés malo conlleva una pérdida de control.
El estrés bueno nos hace más eficientes y nos permite hacer frente mejor a la tensión corporal. Por el contrario, el estrés malo aumenta nuestra presión sanguínea y la posibilidad de sufrir un infarto u otras enfermedades que nos debilitan.
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